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martes, 21 de febrero de 2012

Porque esto es [casi] imposible.

Porque un ser mortal no puede estar con un dios. Y menos con el Dios del Sol. Es prácticamente imposible. El mundo colapsaría ante esta situación y recibiría un castigo monumental de los dioses. Me exiliarían del planeta, teniendo que vivir en Marte o Venus, alejada de ti. Y créeme, me costaría muchísimo más estar sólo a dos centímetros de tu cuerpo y que no seas para mí, que vivir eternamente sin aire. Todo esto debe de estar prohibido, y sé que algún día el cielo me dará el castigo que tiene preparado para mí.
Pero a mí me gusta desafiar al destino y romper las normas. Así que me quedaré contigo un día más. Iré al infierno de todos modos.

Hola chicos, estáis hablando con la hija de Lucifer.

Creo que me iré a freír personas humanas vivas y a hervir vísceras de perros. 
Y después iré con mi padre Satán a matar y juzgar a gente inocente.
Últimamente la gente cree que hago eso es mi tiempo libre. Bonito, si hiciera eso, tú serías la primera  persona a la que achicharrar de mi lista "personas que debo achicharrar en el Aberno" y tendría tu cabeza encogida en mi estantería a modo de colección. Y yo aún te veo entero (;

Porque llega el punto en el que duele.

Ahí está. Enfrente de ti. Justo a dos centímetros de distancia. Su respiración se mezcla con la tuya, y en cada inspiración recoges su olor, que pasa directamente hasta tus pulmones. Es como ponzoña para ti, pero a la vez te gusta, y vuelves a inspirar para tener un poco más. Es un olor dulce e hipnótico que te engancha a tomar un poco más de él, pero eso a ti no te importa, sólo quieres tenerlo, de la forma que sea. Y levantas la mirada, clavas tus ojos directamente en los suyos. No te puedes creer que sea real. Dios no puede hacer cosas tan perfectas con un trozo de barro. Es un espejismo, sin duda.
Te besa, y tu te derrites, es lo máximo que tu cerebro consigue coordinar. Te sientes estúpida, como si volvieses a tener cinco años. Y tú te autoconvences de que eso no puede ser bueno, que acabarás sufriendo. Pero eres tonta y haces caso omiso a tu lado racional, vas de independiente. Y empiezas a bombear más sangre, y a respirar dosis más pequeñas de aire pero con mayor frecuencia. Y vuelves a sentir esa ponzoña que es su olor por tu garganta, rasgando todo tu esófago hasta llegar a tus pulmones y destruirlos.
¿Por qué me eligió a mí?
Y al pronunciar mentalmente esta frase lo abrazas con mayor fuerza, para que no pueda huir, y rezas porque no se de cuenta de que no lo mereces. Tus brazos ahora son dos vigas de acero rodeando su cuerpo. Como un puzzle, encajáis a la perfección.
Y es que por primera vez en tu vida te ves guapa, te ves hermosa. El amor, definitivamente, hacía milagros.