Seguidores

lunes, 24 de enero de 2011

Revelations (apocalipsis).

Y ahora es cuando debo empezar a borrar de mi memoria esos recuerdos dolorosos y que son una espina clavada en mí, que no me dejan seguir ni hacer las cosas a derechas. Esos recuerdos,que hasta hace dos semanas no podía para de pensar en ellos, pero que ahora, cada vez que mi débil memoria los roza se me empañan los ojos de lágrimas y cuando quiero darme cuenta ya estoy llorando.
Porque tú eres el causante de este dolor, de que no pueda recordar nada sin derramar ni una sola lágrima.
Eres la reencarnación de los cuatro jinetes del apocalipsis, todos juntos dentro de ese cuerpo que le quitaría el hipo a cualquier mortal. La victoria, la guerra el hambre y la muerte, todos ellos reencarnados en ti.
Me hiciste creer que era única y especial, pero ahora sé que fue todo una artimaña para conseguir lo que verdaderamente querías. A ella.
Tonta de mí. Tonta e ingenua de mí, te pensaste que todo el mundo era bueno. Pero lo que no sabias, pero ya has descubierto, que es sólo el envoltorio de las personas, que realmente son malos, agoniosos y sólo saben hacer daño.
Aquí te dejo esta carta como testimonio a mi dolor y a mi antiguo yo, que ya han desaparecido, como lo hiciste tú, simplemente dejando una seña inconfundible. Una seña de dolor y agonía.

Debo aprender a ser fuerte.

Y cuando lo vi estuve a punto de llorar, pero tenía que ser fuerte, por lo menos esa vez.
Cuando volví a ver sus ojos marrones con esas brechas verdosas, esa risa pícara y traviesa, esas manos que harían enmudecer al más parlanchín, ese porte elegante y esbelto que tiene de famoso.
En ese momento me saludo y el aire se filtró entre sus dientes, su lengua, su boca....esa misma boca que un año antes de que se fuera para siempre, o eso decía, se unía con la mía, en una sola, como cuerpo y alma. Me derrumbé y empezé a llorar. Como una niña que se cae y no están sus padres para ayudarle a levantarse. No era tan fuerte con pensaba.
Y todo por culpa suya. Porque me dijo que me quería y que aunque se tenía que ir me seguiría queriendo, y tonta de mí lo creí y lo seguí amando como la primera vez. Pero el verlo cogido de la mano con otra que no fuese mi mano me desmoronó, se llevó toda la fuerza que tenía y me dejó las ganas de llorar y correr, correr como Forrest Gump, y no parar hasta estar lo suficientemente lejos de la civilización. Llorar y correr eso era lo que debía hacer, pero cuando quise hacerlo no pude, me fallaron las piernas y me caí.
Sólo me quedaban las ganas de gritar y llorar. Sólo eso y nada más. Y todo por culpa de ese chico, ese estúpido y hermoso chico que me hacía volverme loca, me elevaba hacia las nubes y me ayudaba a levantarme.
Ahora todo eso era reemplazado por esas ganas de llorar y gritar.